Que agradable es esa sensación de terminar de desenredar una madeja de lana, de por fin encontrar la hebra que da termino ha horas de incansable agote mental y emocional. Y lo mejor de todo, es sentarse a ver la nueva madeja ordenadita y como nueva, lista para esperar a ser enredada nuevamente, pero ojala que eso ocurra en un buen tiempo más.