jueves, 22 de diciembre de 2011

Yo creo que todos nos envolvemos como golosinas en serie. Y mentimos. Usted dice que va a ser de almendras y luego es de café. Digo yo que soy de café y luego soy de licor. Confundimos a quien nos saborea, hasta que nos escupe, porque no nos reconoce y lo obligamos a sentirse solo, ignorante y ridículo. una puede explicar así la pasión, ¿no? Cuando el sabor que encontramos no es lo que anunciaba sino otro, mucho mejor. Algo nuevo, distinto, intenso. Un sabor que nos desorienta, que nos domina que nos invade y expulsa de nosotros el peso de la soledad. Un sabor que no existe en ninguna parte excepto en nuestra imaginación, pero que es al mismo tiempo lo mas real de nuestras vidas, junto al miedo de que se gaste de tanto chupar.

Lo que ocurre también es que muchas veces nos dan un caramelo y nos lo guardamos en el bolsillo para más tarde, y cundo vamos a buscarlo resulta que ya está derretido, o que se nos olvido quitarlo de allí cuando metimos la prenda en la lavadora, y esta echo un asco. Y luego, ademas, está lo de no poder aceptar caramelos de desconocidos, igual que no se puede cruzar la calle sin mirar.

Fragmento del libro DAME PLACER, FLAVIA COMPANY.

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